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A finales del siglo VII, un cabeza de familia (grhastha) Nambutiri que vivía en Kalati educaba a su hijo Sivaguru en el respeto a las antiguas tradiciones.
Sivaguru, que más tarde se convertiría en el padre de Sánkara, fue enviado a temprana edad a una escuela védica (pathasala). Terminados los estudios, pidió a sus progenitores que le permitieran profundizar en el estudio de los Veda y cumplir con una vida ascética (brahmacarin), pero ellos le persuadieron para que renunciara y eligiera una esposa de su mismo orden social en el pueblo de Palur, un dominio brahmánico de Kerala. Sivaguru fue, por tanto, unido a Aryamba según los antiguos ritos védicos.
A pesar de que su mujer vivía una vida rigurosamente ortodoxa, no obstante los frecuentes ayunos que Sivaguru y Aryamba se imponían, no parecía que, en fin, los dioses quisiesen favorecer su casa [con un hijo].
Mientras se encontraban en Trichur, adonde se desplazaron en peregrinaje con el fin de implorar la gracia de un heredero, el Señor Siva, compadecido por su austeridad (tapas), se les apareció en sueños y les concedió la posibilidad de elegir entre varios dones: muchos hijos de inteligencia mediocre, pero todos longevos, o un solo hijo de vida breve, pero que se convertiría en la gloria de la familia, de su propia comunidad, de la India y del mundo entero.
Sivaguru y Aryamba, después de levantarse a la mañana siguiente y de contarse sus propios sueños, decidieron ir al templo de Vatakkunnatha a suplicar al dios que les iluminara. Siva les hizo saber entonces que él mismo se encarnaría en este hijo y que podían volver tranquilos a su pueblo.
Después de algún tiempo, tal y como Siva había prometido, la luz que se apoderó de toda la persona de Aryamba permitió presagiar el feliz evento. El bebé nació, nos dice el Sankaravijaya de Anantanandagiri, a mediodía, el quinto día de la quincena clara del mes de vaiskha (abril-mayo), bajo la constelación de Punarvasu. Los sabios astrólogos Nambutiri registraron inmediatamente el nacimiento y confirmaron que todos los planetas eran favorables. Al undécimo día, al niño le fue dado el nombre de Sankara (benefactor).
Sus biógrafos cuentan que, antes incluso de ser investido -a la edad de cinco años- con el sacro cordón (upanayana), Sánkara había aprendido, más allá de su lengua materna, el propio sánscrito, y había leído los más grandes poemas (Mahakavya) de las diversas narraciones cosmológicas y mitológicas (Purana). Fue en este periodo cuando su padre dejó este mundo. El pequeño Sánkara consoló tiernamente a su madre, quien, después de algún tiempo, lo mandó a la escuela en un vecino pathasala, donde pudo aprender los Samhita védicos junto con los seis anexos Vedanta: fonética (siksa), rituales (kalpa), gramática (vyakarana), etimología y astrología (jyotisa).
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